sábado, 19 de septiembre de 2009

EStar solo en una fiesta... no es fiesta.


Lo que describo a continuación, ocurrió el día que la escuela celebraba su patrono.
Gustavo estaba muy nervioso, como suele ocurrir con aquellos alumnos que saben que estarán solos, que no cuentan con un familiar que venga a verlos.
En el recreo se agarró a trompadas con un compañero de séptimo y en la clase de tecnología insulto a sus compañeros de grado con palabrotas, incluso se ensañó con con uno de ellos. Justamente un niño aún mas desvalido que él, dirigiéndole frases muy hirientes, como: "Por lo menos, yo tengo papá".
Al terminar la clase, la profesora le pregunta si no seda cuenta que lo quiero ayudar y que por eso estoy ahí. Él responde que no quiere ayuda.
Llega el recreo y nos quedamos dentro del aula: Gustavo, un compañero y yo.
Él seguía inquieto.
Vuelve a echarme, su compañero le dice que me pagan por estar ahí, él repite que me vaya. Le contesto que de ahí no me muevo, que si quiere que salga él.
Comienza el acto y salimos al patio. Observo que una madre se le acerca y lo reta porque molestó a otro niño, me acerco y la señora pide disculpas...
Permanece tranquilo el resto del tiempo, y tras escuchar un silbido (no fue él) se da vuelta y me mira.
Después de esta escena Gustavo comenzó a pedirme ayuda en lo pedagógico.

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